Durante
una buena parte del siglo XX y parte del XXI, nuestro país vivió del
aprovechamiento de sus recursos naturales, en especial, del petróleo. Cuando el
precio de los hidrocarburos era alto, había abundancia, prosperidad, riqueza; todo se resolvía por tener exceso de un
mineral; pero en cambio, cuando el precio del oro negro era bajo entrabamos en
crisis.
Esto
pasó infinidad de veces hasta el agotamiento de la riqueza petrolera. A
continuación entramos en una etapa de marasmo e inacción que estuvo a punto de
acabar con nosotros. Estábamos acostumbrados a vivir de las rentas, la vida
fácil; al agotarse el preciado recurso natural no supimos qué hacer.
En
algún momento de la historia, la creatividad, el trabajo y la persistencia nos
salvó. El venezolano demostró estar a la altura de las dificultades.
En
este año 2115, Venezuela es un país muy distinto al que fue hace sólo cien
años.
Éramos
derrochadores de energía; ahora la que tenemos es administrada a conciencia,
pues sabemos lo mucho que cuesta generarla. Somos líderes regionales en la
producción de energías renovables como la solar, eólica, hidroeléctrica y
térmica. Estamos comenzando a usar la fusión y otras fuentes no contaminantes.
En vez de tirar la basura por todos lados hemos aprendido a clasificar y
reciclar. Una buena parte de la generación eléctrica se saca sólo de los
desperdicios.
Fuimos
terribles en producción de alimentos. Siempre se habló de soberanía
alimentaria, de producir los comestibles que consumíamos para no depender de
los demás. Probablemente estuvimos casi de último en el ranking mundial de
producción de comida; pero ahora, ¡Quién lo hubiera pensado!, somos una
potencia agropecuaria.
Hemos
hecho verdaderos milagros en regiones como la Zuliana, en dónde, mediante el
uso de estructuras cerradas y refrigeradas, producimos buena parte de las
flores del mercado mundial. Hasta nos hemos dado el lujo de criar ganado
Holstein, propio de las llanuras holandesas ¡al lado de la ciudad de Maracaibo!
Siempre
se pensó que las grandes extensiones de cultivo de arroz en el estado
Portuguesa se podían aumentar casi hasta el infinito, es el terreno ideal; por
eso, el sembrado de este grano ha alcanzado niveles importantes, siendo
nosotros uno de los proveedores principales de China y el mercado asiático.
En
otras entidades del país, se cultivan ingentes cantidades de maíz, soya,
caraota, papa, fresa, naranja, plátano y mucho más. El ganado cebú, el búfalo y
el brahmán pasta a sus anchas en grandes extensiones del estado Guárico Apure y
Barinas. Ahora somos proveedores cárnicos de países como Argentina o Brasil; en
el pasado, líderes en estos rubros.
Una
importante fuente de ingresos lo constituye el turismo. Margarita desplazó hace
años a destinos tradicionales del Caribe como Cancún, Punta Cana, Aruba o
Miami. Oleadas de turistas provenientes de Europa, Norteamérica y Asia llenan
nuestras playas.
Somos
líderes en ecoturismo a nivel mundial. Llevamos muchos excursionistas a selvas
y sabanas. No alteramos el equilibrio ecológico; tratamos de que la
intervención humana no afecte esos lugares. Regiones como Guayana o el Amazonas,
son ahora grandes parques nacionales; para no repetir la tragedia de Brasil, en
donde la mayor parte de la Amazonia fue destruida.
El
cambio climático produjo la desaparición de los glaciares que conforman “las
cinco águilas blancas”, los picos nevados del estado Mérida. Nuestra ignorancia
y soberbia hizo esto. Ahora todo es distinto, mediante la manipulación del
clima hemos logrado crear y conservar la nieve en las cumbres andinas. Grandes
estaciones de esquí y bellos hoteles salpican las laderas del pico Bolívar,
Humbolt, Bonpland, La Concha y El Toro. Unas telesillas llevan a los visitantes
a las crestas de las montañas ¡Tenemos más turistas de invierno que Suiza!
En
ciencia y tecnología hemos avanzado muy rápido. El valle de San Diego, al lado
de Valencia, es ahora el nuevo “Silicon Valley”. Dejamos de ser sólo
ensambladores de partes electrónicas; las computadoras cuánticas se diseñan y
producen en esta zona. El Instituto Tecnológico de Carabobo, el CIT, ha
desplazado a universidades como la de Stanford o el Instituto Tecnológico de
Massachusetts en la producción de ingenieros electrónicos y de sistemas.
La
zona industrial de Valencia, otrora un cementerio de empresas industriales, es
ahora un polo de desarrollo. No podía ser de otra manera. La ubicación
privilegiada de esta zona en el centro del país, las conexiones de transporte
terrestre y aéreo con el resto de la nación y su cercanía con el principal puerto
marítimo ha potenciado su uso para producir los bienes que necesitamos y
exportamos al mundo.
La
región de Guayana tiene ahora el nuevo “valle del Ruhr”. Así como esta región
de Alemania, nosotros tenemos algo similar. Inmensos ríos como el Orinoco o el
Caroní, depósitos minerales como bauxita, hierro, uranio u oro; energía
hidroeléctrica. Esta combinación de elementos ha generado una zona de fabricación
siderúrgica única, con niveles de producción de acero, aluminio, titanio y
aleaciones sólo superados por China o Rusia.
Nuestra
educación es del primer mundo. Todos nuestros muchachos salen de los institutos
y universidades hablando los principales idiomas de uso en la sociedad
industrializada. Es normal escuchar a los profesionales hablar en idioma Mandarín,
inglés o Francés.
Nuestro
primer premio Nobel, egresado de la ilustre Universidad Central de Venezuela
(UCV), es coautor, junto a un chino, de una investigación que logró la cura del
cáncer.
La
capital de la nación ahora se llama Orinoquia. Está ubicada al sur del estado
Guárico, en un nuevo distrito capital.
Durante
mucho tiempo existió la interrogante de porqué muchos venezolanos tenían que
vivir apretujados en la región capital. Millones de habitantes llegaron a
establecerse sin control en este lugar, llegando a colapsar el espacio, los
recursos y el aire respirable. Durante una buena parte del siglo XXI surgieron
estudios de hacia dónde tenía que ser mudado el centro político y
administrativo de la nación. La ubicación no podía ser más clara, cerca del
centro geográfico, al lado del río Orinoco y en una región considerada el
corazón de Venezuela, el llano.
Nuestra
nueva y flamante capital, al estilo de Brasilia o Washington, es grande, con
inmensas y anchas avenidas, muchas zonas verdes y monumentos; de bajo perfil,
más ancha que alta. El centro de la ciudad exhibe con orgullo los nuevos
edificios que albergan el poder legislativo, ejecutivo y judicial. El
presidente de la nación dirige al país desde su palacio revestido en mármol, ubicado
en el centro de la ciudad; al lado de un lago artificial y rodeado de muchos bosques.
Desde
hace mucho tiempo el principal medio de transporte dejó de ser el terrestre. En
el siglo XXII nos desplazamos rápidamente en vehículos aéreos autónomos a
velocidad subsónica. El Aero 3.000, nuestro flamante diseño aeronáutico “made
in Venezuela”, es usado regularmente a través de una maraña de aerovías que
cruza el espacio aéreo. Para desplazamientos a grandes distancias usamos unos
conductos subterráneos a baja presión por dónde circulan trenes de diseño
aerodinámico. Este sistema une a la capital del país con las principales
ciudades, llevando a los pasajeros en menos de quince minutos al destino más
alejado.
Poseemos
un espacio-puerto, ubicado en el estado Guárico; para dar acceso a satélites de
órbita ecuatorial y transporte a nuestra estación espacial.
La
política es equilibrada. Hay mucho respeto, tolerancia y libertad en nuestro
país. Hace tiempo dejamos de pelear, eso sólo nos condujo al caos y la ruina.
Los dos principales partidos políticos se alternan en el poder, así fue en una
parte de nuestra historia, pero con una gran diferencia, ahora nos entendemos.
Por
ley, el estado aplica políticas sociales que benefician a los venezolanos.
Todos tenemos una vivienda digna, una educación de calidad y un servicio salud
de primer orden. No hay gente necesitada, la nación se encarga de ello. Vivimos
en un estado de beneficios; pero claro, para poder mantenerlo tenemos que ser
muy productivos.
En
la capital, Orinoquia, una gigantesca bandera tricolor ondea con orgullo sobre
nuestro sagrado suelo. Hace cien años, ¿quién iba a imaginar siquiera que podíamos
tener una maravillosa nación como la nuestra? Simón Bolívar debe estar contento
allá en dónde esté porque después de mucho revolcarse en la tumba descansó como
bien lo tiene merecido. No hizo falta que cabalgara de nuevo para liberarnos,
nosotros sólo lo conseguimos; eso sí, nos tomó mucho tiempo, paciencia y dedicación,
pero aquí estamos. Levantamos con optimismo nuestra frente porque el presente de
Venezuela es grandioso, el futuro luminoso y el pasado quedó atrás. Lo que pasó
está allí sólo para recordarnos que no debemos cometer de nuevo los mismos
errores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario