lunes, 30 de marzo de 2015

Venezuela, año 2115

   Durante una buena parte del siglo XX y parte del XXI, nuestro país vivió del aprovechamiento de sus recursos naturales, en especial, del petróleo. Cuando el precio de los hidrocarburos era alto, había abundancia, prosperidad, riqueza;  todo se resolvía por tener exceso de un mineral; pero en cambio, cuando el precio del oro negro era bajo entrabamos en crisis.
Esto pasó infinidad de veces hasta el agotamiento de la riqueza petrolera. A continuación entramos en una etapa de marasmo e inacción que estuvo a punto de acabar con nosotros. Estábamos acostumbrados a vivir de las rentas, la vida fácil; al agotarse el preciado recurso natural no supimos qué hacer.
En algún momento de la historia, la creatividad, el trabajo y la persistencia nos salvó. El venezolano demostró estar a la altura de las dificultades.
En este año 2115, Venezuela es un país muy distinto al que fue hace sólo cien años.
Éramos derrochadores de energía; ahora la que tenemos es administrada a conciencia, pues sabemos lo mucho que cuesta generarla. Somos líderes regionales en la producción de energías renovables como la solar, eólica, hidroeléctrica y térmica. Estamos comenzando a usar la fusión y otras fuentes no contaminantes. En vez de tirar la basura por todos lados hemos aprendido a clasificar y reciclar. Una buena parte de la generación eléctrica se saca sólo de los desperdicios.
Fuimos terribles en producción de alimentos. Siempre se habló de soberanía alimentaria, de producir los comestibles que consumíamos para no depender de los demás. Probablemente estuvimos casi de último en el ranking mundial de producción de comida; pero ahora, ¡Quién lo hubiera pensado!, somos una potencia agropecuaria.
Hemos hecho verdaderos milagros en regiones como la Zuliana, en dónde, mediante el uso de estructuras cerradas y refrigeradas, producimos buena parte de las flores del mercado mundial. Hasta nos hemos dado el lujo de criar ganado Holstein, propio de las llanuras holandesas ¡al lado de la ciudad de Maracaibo!
Siempre se pensó que las grandes extensiones de cultivo de arroz en el estado Portuguesa se podían aumentar casi hasta el infinito, es el terreno ideal; por eso, el sembrado de este grano ha alcanzado niveles importantes, siendo nosotros uno de los proveedores principales de China y el mercado asiático.
En otras entidades del país, se cultivan ingentes cantidades de maíz, soya, caraota, papa, fresa, naranja, plátano y mucho más. El ganado cebú, el búfalo y el brahmán pasta a sus anchas en grandes extensiones del estado Guárico Apure y Barinas. Ahora somos proveedores cárnicos de países como Argentina o Brasil; en el pasado, líderes en estos rubros.
Una importante fuente de ingresos lo constituye el turismo. Margarita desplazó hace años a destinos tradicionales del Caribe como Cancún, Punta Cana, Aruba o Miami. Oleadas de turistas provenientes de Europa, Norteamérica y Asia llenan nuestras playas.
Somos líderes en ecoturismo a nivel mundial. Llevamos muchos excursionistas a selvas y sabanas. No alteramos el equilibrio ecológico; tratamos de que la intervención humana no afecte esos lugares. Regiones como Guayana o el Amazonas, son ahora grandes parques nacionales; para no repetir la tragedia de Brasil, en donde la mayor parte de la Amazonia fue destruida.
El cambio climático produjo la desaparición de los glaciares que conforman “las cinco águilas blancas”, los picos nevados del estado Mérida. Nuestra ignorancia y soberbia hizo esto. Ahora todo es distinto, mediante la manipulación del clima hemos logrado crear y conservar la nieve en las cumbres andinas. Grandes estaciones de esquí y bellos hoteles salpican las laderas del pico Bolívar, Humbolt, Bonpland, La Concha y El Toro. Unas telesillas llevan a los visitantes a las crestas de las montañas ¡Tenemos más turistas de invierno que Suiza!
En ciencia y tecnología hemos avanzado muy rápido. El valle de San Diego, al lado de Valencia, es ahora el nuevo “Silicon Valley”. Dejamos de ser sólo ensambladores de partes electrónicas; las computadoras cuánticas se diseñan y producen en esta zona. El Instituto Tecnológico de Carabobo, el CIT, ha desplazado a universidades como la de Stanford o el Instituto Tecnológico de Massachusetts en la producción de ingenieros electrónicos y de sistemas.
La zona industrial de Valencia, otrora un cementerio de empresas industriales, es ahora un polo de desarrollo. No podía ser de otra manera. La ubicación privilegiada de esta zona en el centro del país, las conexiones de transporte terrestre y aéreo con el resto de la nación y su cercanía con el principal puerto marítimo ha potenciado su uso para producir los bienes que necesitamos y exportamos al mundo.
La región de Guayana tiene ahora el nuevo “valle del Ruhr”. Así como esta región de Alemania, nosotros tenemos algo similar. Inmensos ríos como el Orinoco o el Caroní, depósitos minerales como bauxita, hierro, uranio u oro; energía hidroeléctrica. Esta combinación de elementos ha generado una zona de fabricación siderúrgica única, con niveles de producción de acero, aluminio, titanio y aleaciones sólo superados por China o Rusia.

Nuestra educación es del primer mundo. Todos nuestros muchachos salen de los institutos y universidades hablando los principales idiomas de uso en la sociedad industrializada. Es normal escuchar a los profesionales hablar en idioma Mandarín, inglés o Francés.
Nuestro primer premio Nobel, egresado de la ilustre Universidad Central de Venezuela (UCV), es coautor, junto a un chino, de una investigación que logró la cura del cáncer.
La capital de la nación ahora se llama Orinoquia. Está ubicada al sur del estado Guárico, en un nuevo distrito capital.
Durante mucho tiempo existió la interrogante de porqué muchos venezolanos tenían que vivir apretujados en la región capital. Millones de habitantes llegaron a establecerse sin control en este lugar, llegando a colapsar el espacio, los recursos y el aire respirable. Durante una buena parte del siglo XXI surgieron estudios de hacia dónde tenía que ser mudado el centro político y administrativo de la nación. La ubicación no podía ser más clara, cerca del centro geográfico, al lado del río Orinoco y en una región considerada el corazón de Venezuela, el llano.
Nuestra nueva y flamante capital, al estilo de Brasilia o Washington, es grande, con inmensas y anchas avenidas, muchas zonas verdes y monumentos; de bajo perfil, más ancha que alta. El centro de la ciudad exhibe con orgullo los nuevos edificios que albergan el poder legislativo, ejecutivo y judicial. El presidente de la nación dirige al país desde su palacio revestido en mármol, ubicado en el centro de la ciudad; al lado de un lago artificial y rodeado de muchos bosques.
Desde hace mucho tiempo el principal medio de transporte dejó de ser el terrestre. En el siglo XXII nos desplazamos rápidamente en vehículos aéreos autónomos a velocidad subsónica. El Aero 3.000, nuestro flamante diseño aeronáutico “made in Venezuela”, es usado regularmente a través de una maraña de aerovías que cruza el espacio aéreo. Para desplazamientos a grandes distancias usamos unos conductos subterráneos a baja presión por dónde circulan trenes de diseño aerodinámico. Este sistema une a la capital del país con las principales ciudades, llevando a los pasajeros en menos de quince minutos al destino más alejado.
Poseemos un espacio-puerto, ubicado en el estado Guárico; para dar acceso a satélites de órbita ecuatorial y transporte a nuestra estación espacial.
La política es equilibrada. Hay mucho respeto, tolerancia y libertad en nuestro país. Hace tiempo dejamos de pelear, eso sólo nos condujo al caos y la ruina. Los dos principales partidos políticos se alternan en el poder, así fue en una parte de nuestra historia, pero con una gran diferencia, ahora nos entendemos.
Por ley, el estado aplica políticas sociales que benefician a los venezolanos. Todos tenemos una vivienda digna, una educación de calidad y un servicio salud de primer orden. No hay gente necesitada, la nación se encarga de ello. Vivimos en un estado de beneficios; pero claro, para poder mantenerlo tenemos que ser muy productivos.
En la capital, Orinoquia, una gigantesca bandera tricolor ondea con orgullo sobre nuestro sagrado suelo. Hace cien años, ¿quién iba a imaginar siquiera que podíamos tener una maravillosa nación como la nuestra? Simón Bolívar debe estar contento allá en dónde esté porque después de mucho revolcarse en la tumba descansó como bien lo tiene merecido. No hizo falta que cabalgara de nuevo para liberarnos, nosotros sólo lo conseguimos; eso sí, nos tomó mucho tiempo, paciencia y dedicación, pero aquí estamos. Levantamos con optimismo nuestra frente porque el presente de Venezuela es grandioso, el futuro luminoso y el pasado quedó atrás. Lo que pasó está allí sólo para recordarnos que no debemos cometer de nuevo los mismos errores.

Nuestro barco tricolor

    Había una vez un hermoso barco que navegaba en el océano de la prosperidad, por la ruta hacia el progreso. El navío no era de lujo pero estaba bien construido. Encima de su línea de flotación y a lo largo de toda su estructura, el buque exhibía una triple franja de colores amarillo, azul y rojo, con ocho estrellas blancas en su franja media. En su jardín, ubicado en la cubierta superior, había araguaneyes, bucares, samanes, chaguaramos, caobos; complementados con muchas matas de mango. Haciendo tono con esta exuberancia vegetal volaban alrededor del lugar guacamayas, pericos, turpiales, arrendajos, cardenales y alguna que otra corocora. La piscina, ubicada a popa, servía de hogar a guabinas, cachamas, palometas, tortugas y caimanes. Alrededor del estanque corrían dantas, venados, pumas, araguatos y muchos chigüires. En el fondo de la construcción naval había un inmenso depósito de combustible, suficiente para darle la vuelta al mundo miles de veces.
El buque tenía todo lo que podía ofrecer una embarcación de su tipo. Los ocupantes de este barco disfrutábamos de la buena vida; no lo teníamos todo pero tampoco nos faltaba mucho. Las personas en este navío nos considerábamos afortunados porque Dios había hecho un inmenso regalo al partir de la botadura del buque; podíamos disfrutar de muchas cosas, pero había una condición: en el futuro tendríamos que buscar nosotros mismos los recursos para subsistir. Dios fue claro, los recursos no durarían toda la vida.
Como muchos regalos recibidos por los seres humanos, este no fue bien apreciado por los habitantes del barco; es más, con el tiempo nos dedicamos a gastarlo a manos llenas sin preocuparnos mucho por el porvenir. Nos dispusimos a festejar todo el año; por eso, fuimos lo mayores consumidores del planeta de whisky escocés, en especial, el de doce años. El navío hacía muchas escalas en Miami en donde nos dieron el apodo de “ta`barato” porque comprábamos de todo diciendo: “ta`barato, dame dos”. Como el buque tenía muchas cubiertas dedicadas al descanso, allí nos congregábamos muchos pasajeros a disfrutar de días feriados y vacaciones, cómodamente instalados en sillas reclinables, admirando el paisaje y con una fría bebida en la mano. No se trabajaba mucho porque con esos inmensos recursos ¿para qué?, si todo se podía conseguir. Éramos felices y no lo sabíamos.
Entonces sucedió una debacle, una crisis sin precedentes, propiciada quizás por nuestra propia ineptitud. Al principio, los primeros síntomas de desequilibrio fueron las interrupciones de los servicios. Cualquier día, al disfrutar de un espectáculo musical fallaba la luz o al tratar de bañarnos faltaba el agua. No funcionaba el aire acondicionado. Los pasillos comenzaron a lucir estropeados, con huecos por todos lados y la alfombra despegada en muchas partes. Luego todo se puso peor; en los corredores comenzaron a atracar a la gente, robaban en los camarotes y había uno que otro secuestro. Los restaurantes dejaron de funcionar; por eso, en cada alojamiento la gente preparaba su propia comida. Comenzaron a escasear los alimentos; para conseguirlos se formaban inmensas colas en los puntos de abastecimiento. La estructura comenzó a deteriorarse; con manchas de óxido por todos lados, decoloración de la pintura y algunas partes rotas, signo claro de la falta de mantenimiento. Cada cierto tiempo había protestas y se estaban gestando focos de rebelión. En fin; desastre total, de una manera que ninguno de nosotros hubiera imaginado.
Para solucionar nuestras tribulaciones, los pasajeros del buque comenzamos a cambiar de capitán cada cierto tiempo. Nuestro actual oficial al mando es un hombre alto, con unos bigotes grandes; ex conductor de autobús.
Andando en nuestro barco entramos al océano de las tribulaciones. En este mar abundan unos témpanos inmensos que son un peligro para la navegación. Estos hielos están hechos de un gas sumamente volátil llamado ilusión. Bajo ciertas condiciones ambientales este gas se sublima a la inversa; o sea, se solidifica y flota a la deriva.

El liderazgo del jefe ha sido seriamente cuestionado porque ordenó navegar a alta velocidad, en una noche de niebla. El maneja el barco cómo si fuera un autobús y eso es muy peligroso. Cómo no tenemos radar porque se dañó, dependemos de unos vigías para tratar de ver cualquier obstáculo en la negrura de la tinieblas. Se supone que el panorama descrito era la receta perfecta para el desastre; pero lamentablemente pocos lo vieron.
El témpano surgió en la oscuridad de la noche de una manera imprevista. Uno de los vigilantes avistó el iceberg y en seguida alertó al puente de mando del peligro. Unos dicen que la mejor manera de superar el inconveniente hubiera sido girando hacia la derecha a fin de eludir el obstáculo. Otros más pragmáticos expresaron que lo mejor era ir por el medio, no importaba si chocaba; total, el buque estaba construido como el “Titanic”, con compartimientos estancos que a la hora de una colisión sólo unos cuantos se romperían, quedando el resto para hacer flotar el navío. El capitán ordenó girar hacia la izquierda, considerado por algunos, la peor decisión, porque el barco le pegó de lado al témpano, dañando la mayor parte del casco.
Ahora estamos en el medio del océano, dentro de un barco que hace agua. Cuando todos los habitantes del buque tratamos de ver el obstáculo que ocasionó nuestra desgracia sucedió algo insólito, el témpano se evaporó. El Iceberg está hecho de ilusión, un material sumamente sensible que se sublima, se convierte en vapor cuando intentamos ver la realidad; por eso, al rato del siniestro, el causante ya no estaba.
En nuestra desesperación buscamos ayuda. Un buque chino ofrece reflotarnos a cambio de convertir nuestro barco en un inmenso restaurant especializado en lumpias, arroz chino y chopsuí. Otro barco llamado F.M.I. (Flujo de Mierda Intencional) nos sugirió un posible socorro si convertimos nuestra embarcación en un gran prostíbulo con nuestras bellas mujeres trabajando como meretrices. Nuestro crucero hermano, un yate cubano, en vez de ayudarnos nos está mostrando el trasero (o sea, la popa), con intención de irse derechito con dirección norte, buscando un inmenso trasatlántico llamado Norteamérica.
Las ratas comienzan a tirarse del buque, señal inequívoca en cualquier navío de que éste se va a hundir. Muchos amigos del capitán, “los enchufados”, están pensando también en abandonar la embarcación, pero no lo dicen todavía porque los pueden considerar traidores al jefe.
Cuando el barco fue diseñado colocaron las lanchas de rescate junto a la cubierta superior, en donde la clase pudiente, los “boliburgueses” tienen fácil acceso. Los pasajeros de las cubiertas inferiores, los que tienen menos recursos, ven con angustia cómo los pocos botes salvavidas con los que cuenta el crucero no alcanzan para todos.
Ya basta!!; es suficiente, no debemos aceptar que otros hagan con nosotros lo que les dé la gana!!. Tampoco podemos resignarnos a quedar en el extremo del buque a esperar que éste se hunda, cual Rose y Jack en la película “Titanic”. Imposible quedarnos quietos cuando la banda musical comienza a tocar “alma llanera”, signo irrefutable del final.
No puede ser!!; es hora de tomar acciones. El barco se hunde, pero nosotros mismos podemos rescatarlo. Hay que cambiar al capitán o tirarlo por la borda y colocar a otro más sensato que sepa por lo menos dónde queda tierra firme. Somos muchos, tenemos fuerza; si la mayoría nos ponemos de acuerdo, es posible mantener el buque a flote hasta llegar a puerto, así sea cada uno con un tobo sacando el agua que nos inunda.
En mi vida navegando he visto con envidia a otros buques maravillosos que surcan los océanos. La mayoría son bellos, bien diseñados, en perfecto estado de funcionamiento. Muchos de esos grandes barcos trabajan con algo más que el combustible que los impulsa; tienen unos importantes aditivos para moverse con rapidez y eficiencia, se llaman disciplina, constancia, trabajo y superación.

Pasajeros de este barco llamado Venezuela; todo es posible, adelante sin miedo!!

El circo de las banderas rojas

    Al norte de la América del sur existe un gran espacio delimitado por las montañas, la selva y el mar; allí en una inmensa llanura, acariciada por el intenso calor del trópico está instalado un circo.
En su mejor momento esta carpa estuvo pintada con franjas de colores vivos, tan brillantes como las casas del barrio el Saladillo, en Maracaibo; o las lanchas peñeras de cualquier playa de la isla de Margarita. El frente, el borde del techo y la punta de los mástiles están abarrotados de muchas banderas rojas, grandes, pequeñas, solas o con estrellas.
La apariencia del toldo deja mucho que desear, en general luce deteriorado, con la pintura de sus franjas muy descoloridas y grandes espacios entre las costuras de la tela por donde se cuela el agua cada vez que llueve. Por dentro no es mejor, el limitado espacio de las graderías da cabida a cerca de ¡¡treinta millones de personas!!, quienes tienen que arreglárselas cómo puedan para mirar la función.
El espectáculo estuvo dirigido al principio por un presentador vestido de rojo que alternaba en cada número su indumentaria, de una chaqueta escarlata con cordones dorados pasaba a un uniforme camuflado verde y boina roja; cosa extraña en cualquier circo, pero que en éste ya era de lo más normal. Con frecuencia el maestro de ceremonias hacía el papel de encantador de serpientes o de flautista de Hamelín para embelesar con su música a parte de la audiencia; pero el acto más destacado que realizaba este hombre era el de payaso. El bufón producía la risa sin mucho esfuerzo, cada vez que se movía, tropezaba y caía; como la vez que estando ante la presencia de su majestad, la reina del imperio británico, Isabel II, se saltó todo el protocolo, la agarró por un hombro y le dijo ¿jaoaryiu?; la cara que puso la soberana fue de terror pues en actos oficiales nunca nadie la toca y este ridículo casi le agarra el culo!!.
Otra ocasión memorable de su actuación ocurrió la vez que en un “Aló presidente”, en cadena nacional, se puso a echar el cuento de un ataque de diarrea por el cual acabó con todo el papel toilette que había en el palacio de Miraflores. ¿Alguien habrá sopesado el impacto de semejante ocurrencia en la economía nacional?. Nada más hay que imaginarse el costo de tener a los medios de comunicación del estado más todos los del sector privado encadenados por un payaso diciendo que tapó una poceta del palacio de gobierno con mierda!!!, trajicómica la vaina.
Este maestro de ceremonias era loco pero no bruto, es allí en donde la oposición a su gestión, los “escuálidos” como los llaman, pedalearon y se cayeron feo.
Como todo tiene su fin; un día, uno de los leones del circo se escapó porque había escasez de carne y siempre se la pasaba hambriento. Cuando el animal vio al presentador del circo, seguro le pareció una comida deliciosa porque además estaba gordito. No tardó mucho el felino en tragarse al director del espectáculo; pero sucedió algo extraño, casi en seguida la fiera comenzó a convulsionar y a los pocos minutos murió. El dictamen del forense determinó que el león murió intoxicado porque la carne de su presa estaba envenenada; claro!!!, ahora se entiende, si alguien intenta envenenar la mente de las personas puede terminar padeciendo todo aquello que pregonó.
El sucesor del Jefe de pista es ahora un ex conductor de autobús, alias toripollo (cuerpo de toro, cabeza de pollo). A este artista del ruedo le interesa mucho darle a su audiencia -cómo decían en la antigua Roma- “Pan y circo”; a la gente de las tribunas les obsequia cotufas, papitas, maní y tostón para mantenerlos contentos mientras observan el grotesco espectáculo.

Todo circo posee muchas atracciones: animales, malabaristas, acróbatas, contorsionistas; pero en éste, cualquier semejanza con un espectáculo normal es pura coincidencia.
De los animales de este espectáculo destacan las focas, seres con mucha destreza pero muy poca inteligencia. Por extraño que parezca, estos individuos no pertenecen al grupo de los mamíferos, sino al de los rojos-rojitos representados en la Asamblea Nacional. Entrenados y dirigidos por el maestro de ceremonias, las focas aplauden a rabiar y menean la cabeza en señal de aprobación cada vez que se les pide su opinión sobre cualquier cosa. Las pocas veces que se les ocurre algo el propio jefe les dice que se vayan a lavar ese rabo pues el único que piensa es él!!.
Otros bestias sobresalientes son los loros, funcionarios públicos que repiten y repiten hasta el cansancio las consignas del partido; frases como “lacayos del imperio o traidores de la patria” son usadas a diestra y siniestra cada vez que se reúnen o son mostrados por los medios de comunicación. La verdad siempre sale a flote, estos burócratas sienten una pasión enfermiza por todo lo que venga del imperio “explotador y coñoemadre”, les fascina ir a un McDonal’s, ponerse un bluejean Levi´s o tomar Cocacola; pero lo máximo, el sueño dorado, es llevar a la familia algún día a Disneyworld, en la tierra de los “enemigos de la revolución”.
Parte distinguida de la función son los perros, los perros de la guerra, entrenados para ladrar a la menor provocación. Cualquier can del espectáculo tendría un equipo adecuado para presentaciones como aros para saltos o pelotas de equilibrio; estos perros son distintos, en su bizarro equipo destacan cosas como fusiles Kalasnikov, aviones Sukhoi o tanques T-72. Como dicen por allí, perro que ladra no muerde; a la hora de las chiquitas, los gringos, nuestros supuestos adversarios, tienen unos perros grandes, cruce de lobo con pitbull, bien entrenados ellos, que le daría un revolcón a cualquier perrito nuestro.
Otros animales del entretenimiento son las tortugas, ministros encargados del área económica, los cuales son unos verdaderos galápagos. En los últimos años el crecimiento de nuestro economía ha estado rondando el cero por ciento y ahora es negativo; de vez en cuando tienen la desfachatez de decir que hemos dado un “gran salto hacia adelante”; por supuesto, se entiende si lo da una tortuga, pues ésta después de dar muchas brazadas cree que ha avanzado mucho pero en realidad casi no se ha movido. Lo peor de todo es que insisten en llevarnos hacia “el mar de la felicidad”, fétido cuerpo acuático de color rojo, perteneciente al océano de la economía socialista, altamente contaminado con los desechos de Stalin, Mao tse tung  o Fidel Castro, en donde se han ahogado países como la Unión Soviética o la República Democrática Alemana.
Parte importante del bestiario artístico de la carpa son las ratas, animales peludos y repulsivos, dados a correr y morder con sus afilados dientes a la menor provocación. A ellos se les ha asignado un número llamado “justicia revolucionaria” que consiste en acusar a la gente así no haya hecho algo malo, a la vez que dejan libre a cuanto delincuente simpatizante del “proceso” encuentren. Lo insólito es cuando levantan cargos inexistentes, como los hechos en contra del señor que fue dueño de un conocido canal de televisión, por “ecocidio de especies naturales de nuestro país”. Al pobre hombre le hicieron un allanamiento en una de sus residencias en donde consiguieron rinocerontes, leones y jirafas disecados. Además de ratas son torpes porque a quién se le ocurre que el fruto de cacerías en áfrica son “especies de la fauna venezolana en vías de extinción”, por Dios!!!.

Algunos me llamarán ingenuo, pero tengo esperanzas, deseos de que algún día podamos cambiar al director del espectáculo para hacer de este circo algo digno de la tierra de Simón Bolívar. Sueño con algo así como el “Cirque du Soleil” versión tropical, una carpa bonita, grande, muy colorida, con espacio suficiente para todos; en donde cualquier venezolano pueda hacer lo que desee, se divierta y sea muy feliz. Algún día…..